No me gustan los aviones, o mejor
dicho no me gusta subirme a ellos. Es como una fobia adquirida desde la
infancia. A la más mínima turbulencia, se me vienen imágenes de la película
VIVEN yde los sobrevivientes que quedaron atrapados en la Cordillerana de los Andes comiendo cuerpos humanos.
Sky airland es una aerolínea
nueva para mí. Parece que es una compañía chilena que ofrece vuelos baratos y
con un excelente servicio. Sus dueños la familia Paulman, son también los
dueños de medio Chile y Perú. Entre sus bienes se cuenta la firma millonaria Cencosud, que en el Perú compraron la
millonaria cadena de tiendas Wong y Metro.
El capitán anuncia excelentes condiciones
de vuelo y eso me reconforta. Siempre llevo una novela para leer durante mis
viajes. Creo que es el único momento en que realmente leo novelas. En Piura, la
mayor parte del tiempo me distraigo leyendo libros de historia y genealogía, lo
que me aleja por amplias temporadas de la literatura que es una de mis
pasiones.
Tengo en mis manos el libro de
Renato Cisneros, “Distancia que nos separa”. Trato de leer un par de páginas y
olvidarme por un instante del vuelo. Dos hojas después observo al sol luminoso que se filtra por la ventada. Me pongo de pie para estirar las
piernas. Abro la gaveta y saco de mi maletín un mapa de Chile que arranqué de
un viejo atlas de la biblioteca mi papá. Me detengo en la geografía alargada de Chile, en su costa
angosta, en su enorme litoral y en las inhóspitas tierras de la Patagonia donde vive
mi amigo mapuche Marichuhuevo.
Trato de viajar siempre en los
pasillos. Es el lugar ideal para alguien como yo que no le gusta viajar
apretado o aprisionado en último asiento al pie de la ventana. Esto no siempre
fue así. Cuando era niño pasaba horas fascinado con el paisaje, mirando y escudriñando el
cielo tapizado por una interminable alfombra de nubes.
Ahora intentaré dormir, si es que
se puede dormir en estos asientos, lo dudo, pero lo intento. Mis ojos se cierran y pienso un segundo en Chile, en mi 6to abuelo chileno que murió en San Pedro de Lloc en 1841. Quizás aún mi sangre aún contenga algo de chileno. No lo se.
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