Son
las 11:11 am y la habitación de mi departamento es un desorden huracanado. Es
como si el Fenómeno del Niño hubiera azotado mi cama. Me duele levemente la cabeza
y eso me recuerda que ayer estuve libando varias bebidas espirituosas. Empecé
con un Capitán Morgan y terminé tomando un whisky amargo que ignoro su
etiqueta. Tengo la costumbre de tomar abundante agua cuando siento que estoy
cruzando el límite de copas. Me han dicho que es un buen secreto para esquivar
la resaca. A veces tomo tanta agua en mi neurosis alcohólica que varios barmans
me han preguntado si estoy mal de la próstata.
Son
las 12:30 y la señora Marielita toca la puerta. Hoy es el único día que aparece
en mi departamento y lo transforma en un hogar cristiano. Es increíble la
velocidad con que limpia esta mujer. En 40 minutos consigue lo que yo demoraría
en una tarde completa. Lava, plancha, barre y trapea. Todo lo que toca su mano resplandece
como el mármol de una iglesia. Algunas veces viene con su hija adolecente y
trabajan en equipo. No exagero cuando digo que son el Real Madrid de la
limpieza.
MOOD
se llama la discoteca que fui ayer. Me dieron un pase para una fiesta en blanco
y negro, de modo que había que ir vestido en esos colores. Ayer es una de esas
noches donde te das cuenta que ya no eres el chibolo de antes. Una de esas
circunstancias en donde haciendo las sumas y restas te llevas el premio al más
viejo de la fiesta. No sé si lo era, pero fijo que quedaba entre los
finalistas, de manera que si estuviéramos en un concurso de belleza, al menos
me tocaba el miss sonrisa.
Como
para aumentar los dígitos de mi edad se me ocurrió ponerme camisa y pantalón de
drill. No es que lo haga a propósito, tengo la tendencia a vestirme así desde
que tenía 14 años. Quisiera tener el poder de verme, de observar lo antiguo que
se me ve en medio esos pulpines achorados.
El secreto del agua jajaja
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