Hola Martina. Esta es la
primera vez que escribo sobre ti en mi blog o mejor dicho te escribo a ti, a
través de este rincón en la nube.
Hoy te fui a recoger a
las 03:00 pm. No estaba en el programa encontrarnos, pero tu mamá me pidió
hacer un cambio en el régimen de visitas que tenemos acordado. Mañana te vas a
Lobitos. Si con el tiempo te pareces a mí, entonces Lobitos te parecerá una
playa insípida. Una bahía borrascosa en donde ni siquiera es posible extender
tranquilamente una toalla para disfrutar del sol. Un mar turbio y lleno de olas
tramposas. Pero como seguro serás el vivo retrato de tu madre, Lobitos será el
coliseo abierto donde te convertirás en surfista y aprenderás todos esos
deportes de viento que yo solo veo de lejos. A veces te imagino subida en una
tabla hawaiana haciendo piruetas entre las olas. Al final tú decidirás tu
destino, así como yo decidí mi camino bien alejado de esas olas que seguro tú,
algún día amaras con todas tus fuerzas.
Recapitulando,
corazón. Hoy nos fuimos a mi departamento a pasar la tarde juntos. Nos fuimos
en contra de tu voluntad, porque tú prefieres cien veces la casa de tus
abuelos. Entramos despacio por la cocina y llegamos a mi habitación. Apenas
viste el televisor dijiste: <<papi quelo por favor la pepa pig>>.
No hay cosa en el mundo que te cause más fascinación que esa diminuta cerdita
parlante. Según tú, la Pepa Pig eres tú y yo soy tu papá cerdito. Lo que de
momento no se aleja mucho de la realidad, sino no dejo de comer así de noche. Fueron
varios los capítulos de la Pepa que pasaron frente a mis ojos. Cuando yo era
niño no existía el internet y menos se había inventado el Netflix. De manera
que para ver dibujos anímanos había que esperar largas horas y a veces días
para ver un capítulo de los <<Tonder Cats>> o los <<super campeones>>.
Si te la perdías entonces estabas frito. Solo te la podían contar y tu
imaginación tenía que hacer el resto.
Durante la función de la Pepa,
querías a manera de popcorn, comer pedazos de pan. No puedo comprender como te
gusta tanto el pan. Espero que esa atracción, por tu bien, se diluya con el
tiempo. En cambio te invité una jugosa manzana verde que me pareció más
saludable. Es difícil decirte que no mi amor. Tienes una vocecita tan tierna
que es capaz de mandarme a la tienda a cualquier hora a traerte pan solo para
verte feliz.
Tu mamá llegó puntual a recogerte. Tú
la miraste y con esa voz invencible le dijiste: <<mami quelo ir donde los
abuelos>>.
Ocurrió un viernes 9 de setiembre de 2016
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