Los previos a Chile en casa de un genealogista / 30 de sep de 2019


Felipe Voysest preparando unos fideos al pesto
   Felipe es genealogista. En su biblioteca en el piso 16 del edificio Monte-casino en San Isidro,  habitan casi todas las familias notables de Sudamérica. Tiene tantos libros que ha tenido que colocarlos en todas las paredes de su departamento, desde el piso hasta el techo. De manera que cuando uno visita su casa, tiene la impresión de estar dentro de un gran templo de la sabiduría y lo es en realidad. A mí me gusta llamarla la biblioteca de Alejandría, y a él esto le parece gracioso y lo considera exagerado, pero creo que en fondo lo disfruta. Su biblioteca es su hija  y esta hecha a su imagen y semejanza, por eso es ordenada y metódica, como un gran espejo de lo que él es en el fondo, un hombre inquieto y apasionado por la vida. De allí que le interesa tanto la genealogía, o mejor dicho la historia familiar, en especial la de los inmigrantes alemanes, como la de su abuelo Guillermo Zöllner.   


   Son las 11:37 pm y estoy sentado frente al estante donde reposan varios libros sobre familias ecuatorianas. Felipe está viendo la tele, mientras yo me entretengo escribiendo estas líneas antes de acostarme. Mi vuelo a Chile parte a las 09:30 am, lo que significa que debó estar a las 06:30 am en el aeropuerto. Ya tengo todo listo, o por lo menos eso creo. Pero la verdad es que cuando viajo nunca estoy seguro de nada, siempre ando con la sensación de que algo me falta. Solo cuando efectivamente llego a mi destino, me doy con la sorpresa que me falta una correa, o me olvide de empacar un par de medias o no tengo calzoncillos suficientes para sobrevivir con decoro.

   Felipe como casi todos los hombres solitarios que aprende a vivir por su cuenta, es un gran cocinero. Esta mañana preparó unos espaguetis al Pesto que merecen todo mi respeto. Además es un gran conversador y en el poco tiempo que lo conozco se ha vuelto una especie de maestro yoga en mi vida. En su casa no hay un cuarto de visitas, de modo que cada vez que vengo a Lima e irrumpo en la tranquilidad de su hogar me acomodo en el mueble de su escritorio principal al lado de su computador. 

   Veo la hora y me doy cuenta que es tiempo de parar, ya no queda nada para ir al aeropuerto, son las 12.11 am.
Mañana será un largo día. 

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